La crisis energética actual es más que una metáfora de la complicada situación que sufre Líbano. El abastecimiento eléctrico supone un desafío diario. Excepto los habitantes que pueden permitirse un generador y su combustible, el resto sufre limitaciones de uso y largas horas de cortes de energía. Antes el uso generadores permitía a los libaneses sobreponerse a la dificultad, pero la caída de la libra libanesa ha disparado el precio del combustible.

Los cortes de luz reviven las dificultades de la guerra civil que dejó muchas heridas sin cicatrizar. La crisis energética en el Líbano ha escalado en los últimos meses, aumentando la tensión social, la penumbra e interrumpiendo aspectos básicos de la vida diaria. El punto de inflexión se produjo en octubre pasado cuando dos importantes centrales eléctricas se vieron obligadas a interrumpir su servicio debido a la falta de combustible. Beirut, otrora una capital turística, se sume en la oscuridad y la población padece la ausencia de un servicio energético vital.

La depreciación de la libra libanesa, hasta un 80%, golpeó la industria eléctrica del país y el comercio de productos básicos dependientes de las importaciones. Esta crisis económica ha provocado que el 55% de la población libanesa viva bajo el umbral de la pobreza. La explosión en las almacenes del puerto de Beirut que destruyo parte de los barrios aledaños, la guerra en Siria y el influjo de personas refugiadas buscando un lugar seguro han profundizado aun más esta crisis.